Seguro muchos de ustedes conocen la película Dobermann de 1997, dirigida por Jan Kounen y protagonizada por Vincent Cassel. Pues bien, este post tiene poco o nada que ver con dicha película.
Comencemos: en mi Escuela (como en todas las escuelas y lugares de trabajo, quiero pensar), los viernes son esperados con una devoción casi religiosa. Cada viernes es casi obligado salir a “echar desmadre”, “ir a chupar”, y para esto, esta peregrinación decide ir, si no se armo una fiesta en casa de sus amigos, a un “lugar de esparcimiento” de esos que están “estratégicamente construidos” afuera de algunas escuelas (como la mía).
Es ahí donde llegamos al lugar más popular de los MUCHOS que están instalados por esa área. Un lugar de perdición, donde los más oscuros instintos pueden surgir de las almas aparentemente más benevolentes… o donde no pasa nada en muchas horas.
Es, damas y caballeros, el bar instalado en las cercanías de la FES Aragón… EL DOBERMANN (o Dober para los cuates).
Desde que entre a esa escuela (de porquería) me llegó la información acerca de su leyenda: un lugar maligno pero atrayente, donde los excesos son el común denominador, algo así como un lugar en donde los demonios se divierten… y que estaba clausurado por que sus asistentes consumían drogas dentro del inmueble.
Después de todo un semestre de escuchar, pero no vivir la leyenda, por fin, llegaba el dia de la esperada reapertura… por fin, podre descubrir ese pequeño infierno disfrazado de paraíso. Ese lugar, adornado con motivos de la película de 1997, dirigida por Jan Kounen y protagonizada por Vincent Cassel. Por fin, estoy entrando… me están revisando para ver que no traigo nada sospechoso (algo asi como el arma que Dobermann porta en la película).
Estoy dentro…
Es…
Es…
¡Está hasta la madre de gente! ¡Hace un calor de la chingada! ¡La chela cuesta 25 pesos!
Parecía un lugar terrenal, el cual me habían vendido como un santuario celestial (o más bien infernal). Pero de pronto, comenzó a tocar la banda. La interpretación de esta era muy buena, el repertorio no era obvio como en los lugares que ya había visitado.
Y entonces vi algo que me hizo entender el por que de la leyenda: la banda comenzó a tocar Misirlou, el tema principal de la película Pulp Fiction. Entonces una chica se sube a su mesa, como poseída por los demonios que aquel lugar guardaba… y comenzó a bailar… y comenzó a mostrarse… toda una exhibición de table dance inspirado solo por la canción que la banda tocaba… y las 20 chelas que llevaba la ingrata encima. Aun así, la euforia continuó, aunque no a ese nivel.
Y así, comencé a frecuentar el lugar. La banda paresia tocar mejor cada vez, emulando casi perfectamente a los interpretes originales de las canciones, e incluso en algunos casos superándolas (solo en casos específicos, como Zoé)… y yo feliz… y la gente conectada, emocionada… con fajoteos por aquí, arrimones por acá… nada comparado con Caligula… pero el espíritu era el mismo. Incluso esa euforia me llevó a tener novia (el gato mencionado en el anterior post, del cual casi no hablare por respeto a su privacidad). En fin, el Dober era el infierno… pero era mi infierno…
Era…
Cada que pasaban los viernes, sin darme cuenta, la euforia tan mencionada se fue diluyendo. La banda comenzó a ser ignorada. La gente asistente comenzó a ser similar entre si: todos los hombres (que llamaré CHACONES por motivos locales), eran clones del vocalista de Zoé, que a su ves es clon del vocalista de los Strokes, que a su vez tiene el look de los rockeros punk neoyorkinos de finales de los 70. Y las chicas… TAMBIEN. O en su defecto, clones de Avril Lavine…
Todos los viernes comenzaron a ser iguales… solo que con más gente.
De pronto dejo de ser emocionante… o divertido… o eufórico (solo cuando el sonido local programa a los Strokes o a UGH Zoé). Y pues, dejo de interesarme ir.
Así fue como deje al Dober, que me trajo muchos recuerdos valiosos, así como algunas marcas permanentes (algunas de cigarro). Pero ahora le pertenece a los Chacones…
Yo esperaré en la sombras, y ya no me dejaré llevar por leyendas… e intentare forjar las mías…