Una vez detuve el tiempo.
Entonces, hace como seis meses reprobé una clase llamada “América Latina, Política y Gobierno”. ¿la razón? Maestra monstruo, exámenes monstruo, exposiciones monstruo (y ya saben que no soy bueno para exponer).
En fin, el chiste es que me fui a final. Ahí me tienen estudiando como loco mis exámenes, mis apuntes, algunos libros de la biblioteca, incluso datos de Internet. Todo para tener una calificación decente. Aún así, creo que no estoy listo.
Llega el día. Voy un poco más tarde de la hora de comienzo del examen. Maldita sea, eso casi nunca me pasa. Llega el micro a la puerta de la escuela, me bajo, corro hacia el salón (qué lejos está mi edificio!), llego, abro la puerta y…
¡Ese señor no es mi maestra! ¿Me habré equivocado de salón? Volteo a ver a los alumnos. Si los conozco. Estoy en el lugar correcto. Seguro ese señor viene en representación de la maestra. Menos mal.
Algo destanteado, me dispongo a sentarme en un lugar de la fila trasera cuando el señor se dirige a mí:
- Oye, ¿De qué materia vas a presentar examen?
Estoy tan estresado que lo olvidé…
El maestro me mira…
Los compañeros me miran…
Yo los veo a todos…
Todos esperan que hable…
Yo en silencio…
Debería recordar el nombre de la materia…
Pero ni siquiera lo intento…
El tiempo se detuvo… y no seguirá hasta que diga el nombre de la materia…
Los miro...
Me miran...
Los miro...
Me miran...
Observo a mi amiga Alma. Ella susurra desde un lugar cercano a donde yo esoy: “América Latina!”
- Vengo a hacer el examen de América Latina, Política y Gobierno.
- Mmm, pues si no sabes el nombre de la materia, a ver como te va…
Todos los alumnos se carcajearon de lo lindo. Al menos todos se relajaron. El maestro (el señor era maestro) me dio mi examen y me dispuse a hacerlo.
Aunque me fue del asco y sufrí una pequeña humillación pública, al menos me queda un consuelo: POR UNOS SEGUNDOS PUDE DETENER EL TIEMPO.